China

Mascarillas & CIA por Silvestre Domínguez

Por una cosa o por veinte las huellas de China a lo largo y ancho del espacio y del tiempo rozan lo infinito, siendo el comercio, antes que la guerra, el principal rasgo distintivo de este aventurero y ancestral pueblo en sus milenarias interrelaciones con el resto del mundo. Cuando Alejandro Magno emprendió la conquista de Persia, antes que sus casi invencibles ejércitos hollaran las inmensas llanuras de Asia Central, impulsado por la búsqueda del oro y la gloria a través de las armas y la conquista, la itinerante, peculiar y pacífica ruta de la seda, con sus cargamentos de diamantes, marfil, jade, especias y telas exóticas, ya había pasado por allí. En cuanto a la ascendencia de los indios que poblaban los distintos territorios de América, tanto del Norte como del Sur, estudios sobre la huella genética de sus poblaciones, los vincula con varias migraciones que, procedentes de Mongolia y el norte de la actual China, cruzaron el estrecho de Bering, brazo de mar ubicado entre Siberia y Alaska, entre 10.000 y 30.000 años atrás. Esta incontrovertible evidencia hace de los pueblos asiáticos, no de los europeos, los verdaderos descubridores del Continente Americano. Valga este somero apunte de historia geopolítica elemental, para saber por dónde soplan los monzones del futuro. En cuanto al cercano presente político, jurídico, mediático y social que vivimos en estas tierras carpetovetónicas, marcados por un incesante trasiego de mascarillas, que de mano en mano van, y en el camino su moneda dejan, pues parece que la mayoría de ellas, de un bando y de otro, procedían, como el jade, y las telas de seda, de China. De la misma misteriosa nación que en los años del cine negro, a modo de humorada se decía: ¡eso que cuentas tiene más trampas que una película de chinos!. Las mascarillas también. Y del destino las comisiones, paciencia, mejor esperar a la resolución de los sumarios. Perdonen la anterior inmodestia, pero en mi humilde experiencia, de esto conocí algo. En fin, si antes comentamos sobre China, en cuestión musical estamos marcados por nuestras directas vivencias, y las mías, definitivamente, se forjaron en esa singular ciudad mesetaria para la que Joaquín Sabina escribió la letra de lo que más que una canción es un himno, Pongamos que hablo de Madrid (1980). Pincha aquí

El futuro siempre llega

Morir-es-facil

De revoluciones sé poco y todo ello procedente de, según opiniones varias, inapropiadas lecturas. Del último hecho trascendental que conmovió el mundo y pudo cambiar las reglas sociales recuerdo, difusamente, que posiblemente la revolución rusa y el triunfo de los bolcheviques nunca se hubiera producido de no mediar el conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial, que situó en bandos contrarios a Rusia y Alemania. Cierto que Lenin, máximo exponente de la Revolución de Octubre de 1917, ya era tenaz y curtido opositor a la política zarista y por ello sufrió largo y penoso destierro en Siberia. Cierto, también, que cuando pudo abandonar Rusia, ya como tesorero del incipiente partido bolchevique, deambuló por Francia, participó en debates que le ayudaron a pulir sus teorías revolucionarias, más, tal vez se hubiera enmohecido en Ginebra de no ser porque el alto mando alemán, tras la abdicación del zar, facilitó su viaje en un tren blindado, que cruzando prácticamente toda Alemania, le depositó en Finlandia el mes de abril de 1917. El resto es conocido. Pero,  ¿habría seguido el mismo curso la Historia Rusa sin esta trascendental ayuda alemana a Lenin?. Podremos escribir una novela sobre ello, pero lo único sensato es constatar el hecho. Como también implica sensatez, aceptar el hecho constatable, de que el índice del paro en nuestro país,  pese a fervorosos e interesados clamores de repunte económico, se obstina en no bajar. Engañar al enfermo no le devuelve la salud, por más que se vistan de piadosas las mentiras. Tampoco creo que devuelva credibilidad a unos partidos políticos, enfangados en luchas intestinas o corroídos por la sospecha de corrupción, adjudicar a los recién llegados, cual se está haciendo con Podemos, conductas que en ellos ya son habituales. Puede que tan pueril estrategia consiga atenuar su sangría de deserciones o incluso paralizar el crecimiento del adversario. Pero si no se actúa sobre la raíz primera, el paro y sus secuelas, la desbandada de adhesiones que deje una nueva alternativa política, ya nunca, salvo revolución interna del modelo en retroceso, volverá a la formación de la que se fueron. El futuro, aunque de la impresión de estático, siempre llega.