Travesía 2024

Rumbo al 2025 por Silvestre Domínguez

Afrontar la aventura de superar el paso de los 365 días que conforman los años no bisiestos y salir indemne, supone el reto de superar una travesía a bordo de tu propio cuerpo sin garantías de llegar a puerto. Ciertamente la frescura y flexibilidad del material, es decir, la edad biológica del navegante, aporta un mínimo de seguridad en la posibilidad de una arribada feliz, pero no de manera absoluta. Solo hay que recordar el refrán según el cual nadie es tan joven que no pueda morir mañana, ni tan viejo como para vivir un día mas. Justo ese dia añadido con el que cuenta nuestro bisoño 2024. Un plus de 24 horas para quienes tengan la fortuna de superarlo. Porque nubarrones geopolíticos en el horizonte hay para los más exquisitos y rebuscados analistas. Desde esa confrontación silenciosa entre las dos superpotencias de facto, EEUU y China, que vete a saber qué camino tomará, hasta un Oriente próximo enfangado con el conflicto de Israel contra La Franja de Gaza, a la que hay que añadir la solución de una guerra, la de Rusia contra Ucrania, que no da para más, salvo para aumentar la destrucción y el número de víctimas. Sin olvidarnos de que la Inteligencia Artificial llegó para quedarse, y quien lo entienda de otra manera vivirá en un mundo que le ignorará. El ChatGPT, tan en boga, es una ínfima muestra del cambio que nos espera. Cambio que no empezó ayer, pues ya en el siglo XV, Paracelso, el eximio polímata suizo-alemán, especuló con la posibilidad de crear, mediante intrincados procesos alquímicos, un homúnculo, que vendría a ser algo así como el antecesor de lo que hoy consideraríamos un robot. Dado que vivimos en tiempos líquidos y los cambios son fulgurantes, dejamos aquí los ejemplos de futuribles, entre otras cosas porque esta travesía, como en lo profundo todas, es individual e intransferible. Así que, rema rema, mariner@, que delante tienes un año entero antes de pasar al 2025. Y procura, siempre que bajes a tierra, mirar al suelo, por si el azar pone en tu camino un cáscara de plátano o una incívica mierda de perro. Empecemos pues esta travesía con una hermosa canción de Juan Bau, de título propicio, Marinero (1975). Pincha aquí

Extravagancias

El Padrino, una trilogía por Silvestre Domínguez

En pleno furor de la guerra de Rusia contra Ucrania, cuyo final conocerán los dioses, al premier Volodimir Zelenski, tal vez rememorando sus tiempos de intérprete de culebrones televisivos, se le ocurre que la denominación de Rusia debería ser cambiada por Moscovia. Lo que se dice una extravagancia mientras los misiles hipersónicos del enemigo mantienen en absoluta precariedad energética. Nada que ver, aunque las palabras sean protagonistas, con el debate mantenido en la Real Academia de la Lengua Española, RAE, respecto a cuando una humilde tilde debería o no acompañar al adverbio solo, que se mire como se mire y con la que está cayendo, sólo se me ocurre tildar de extravagancia. El asunto de la moción de censura al gobierno de Pedro Sánchez, con un egregio representante de la izquierda cañí que protagonizó la Transición, avalado por un partido de signo totalmente opuesto al de su supuesta ideología política, no encuentro otro lugar donde acoplarlo que en el apartado de las extravagancias, otra más. Por último, y para no hacer interminable la historia, cual recuerdo de la hermosa novela de Michael Ende, queda esa reciente imagen de Georgia Meloni, donde, a la par que el recuento de víctimas por el último naufragio de refugiados no había terminado, ella, micrófono en mano, hacia pinitos melódicos en un karaoke, para celebrar el cumpleaños de su compañero político Salvini. ¿Extravagancias, o síntomas de un desacople entre el discurso oficial y la realidad?. Que cada cual lo evalúe según prefiera. Por mi parte le preguntaré a la recién salida plataforma discursiva de Inteligencia Artificial, ChatGPT, por si en sus fríos millones de datos tiene la respuesta, que mi atribulado y recalentado cerebro no consigue encontrar. Sirva de punto y seguido la banda sonora de El Padrino, insuperada trilogía del crimen de familias. The Godfather (1972). Pincha aquí

Georgia Meloni por Silvestre Domínguez

Más allá del papel

Sueño infantil oleo sobre lienzo por Silvestre Dominguez

Apenas han transcurrido diez días desde la salvaje invasión de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania y los medios de información, como no podía ser menos, ocupan la mayor parte de su espacio y tiempo a los futuribles de esta reciente guerra. Y la guerra, por definición, es un no futuro. Solo la desescalada y el retorno a situaciones de convivencia es merecedor, y con muchas comillas, por los imponderables, de tal calificativo. Si en mi anterior nota manifestaba abiertamente la imposibilidad de encontrar fundamento al detonante que llevó a Putin a tamaña barbarie, me confieso igual de perplejo y desarmado racionalmente sobre las derivaciones que el inmediato futuro nos ofrece. El papel en blanco, en mi personal caso la virtual pantalla de un iPad, admite el desarrollo de la idea más disparatada y su contraria con idéntico efecto sobre la realidad: ninguno. Nada de ello es posible en la implacable alteridad del acontecer físico temporal. El principio inamovible de aquel filósofo jónico, Heráclito, de la imposibilidad de bañarse dos veces en el mismo río, tiene aplicación general en todo aquello donde la flecha del tiempo marca sus leyes. Un día fuimos y otro dejaremos de ser, con un imparable cambio entre ambos momentos. Nadie ignora el moreno torso de Mark Spitz adornado con siete medallas de oro, por su participación en la modalidad de natación, en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, cuando el dorado medallaje engalanaba sus 22 años. Nada que ver con ese otro frustrado atleta que 20 años después quiso volver a participar en la Barcelona Olímpica de 1992, y le fue imposible. Entre su deseo y la realidad se interponía la infranqueable brecha transformadora del tiempo. Eso mismo, en un plano infinitamente más complejo, acontece con el futuro postbélico. No solo Rusia la invasora y Ucrania la invadida, tampoco el equilibrio de poderes ni las relaciones internacionales en sus diferentes niveles volverán a ser lo mismo. Bien lo sabía Pablo Neruda cuando en su llamado poema nº 20, escribiera aquellos tristes versos esa noche estrellada donde tiritaban, azules, los astros a lo lejos. Hoy tiritan los habitantes de Ucrania, y mi corazón, sabiendo que ya nada será lo mismo, sufre por ello. Como otro poeta escribiera, Rafael Alberti, y entre muchos otros cantores, Joan Manuel Serrat le diera voz y melodía, se equivocó la paloma, y en materia de paz entre naciones, se sigue equivocando. Pincha aquí

El futuro siempre llega

Morir-es-facil

De revoluciones sé poco y todo ello procedente de, según opiniones varias, inapropiadas lecturas. Del último hecho trascendental que conmovió el mundo y pudo cambiar las reglas sociales recuerdo, difusamente, que posiblemente la revolución rusa y el triunfo de los bolcheviques nunca se hubiera producido de no mediar el conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial, que situó en bandos contrarios a Rusia y Alemania. Cierto que Lenin, máximo exponente de la Revolución de Octubre de 1917, ya era tenaz y curtido opositor a la política zarista y por ello sufrió largo y penoso destierro en Siberia. Cierto, también, que cuando pudo abandonar Rusia, ya como tesorero del incipiente partido bolchevique, deambuló por Francia, participó en debates que le ayudaron a pulir sus teorías revolucionarias, más, tal vez se hubiera enmohecido en Ginebra de no ser porque el alto mando alemán, tras la abdicación del zar, facilitó su viaje en un tren blindado, que cruzando prácticamente toda Alemania, le depositó en Finlandia el mes de abril de 1917. El resto es conocido. Pero,  ¿habría seguido el mismo curso la Historia Rusa sin esta trascendental ayuda alemana a Lenin?. Podremos escribir una novela sobre ello, pero lo único sensato es constatar el hecho. Como también implica sensatez, aceptar el hecho constatable, de que el índice del paro en nuestro país,  pese a fervorosos e interesados clamores de repunte económico, se obstina en no bajar. Engañar al enfermo no le devuelve la salud, por más que se vistan de piadosas las mentiras. Tampoco creo que devuelva credibilidad a unos partidos políticos, enfangados en luchas intestinas o corroídos por la sospecha de corrupción, adjudicar a los recién llegados, cual se está haciendo con Podemos, conductas que en ellos ya son habituales. Puede que tan pueril estrategia consiga atenuar su sangría de deserciones o incluso paralizar el crecimiento del adversario. Pero si no se actúa sobre la raíz primera, el paro y sus secuelas, la desbandada de adhesiones que deje una nueva alternativa política, ya nunca, salvo revolución interna del modelo en retroceso, volverá a la formación de la que se fueron. El futuro, aunque de la impresión de estático, siempre llega.

Rusia/Ucrania

marchando-una-de-corte-de-gas

Sinceramente hacer referencia a políticas y conflictos internacionales, cuando se es incapaz de encontrar razón y solución para un problema de vecinos, me parece engreída desmesura. Pero la globalización es lo que tiene, que desconoces el nombre de tu vecino de al lado, pero sabes que una tal Belén Esteban, por su hija, ¡mata!. El anterior preámbulo viene de el asunto bélico de Rusia contra Ucrania. Ya digo que mi conocimiento del tema procede de los artículos de prensa y algún flash televisivo. No es mucho, pero tampoco creo que los megatertulianos basen sus opiniones sobre cualquier asunto, y tocan todos, con mayor bagaje informativo. Rusia contra Ucrania, decía. De entrada, como con aquello de la OTAN, los rusos han sido durante décadas insuperables maestros del ajedrez. Es decir, que saben valorar las posiciones de la más compleja situación y la importancia de los tiempos de respuesta. Primero vinieron las escaramuzas y golpes de efecto con anexionarse Crimea, que de hecho ya era prorrusa. Unas amenazas occidentales por aquí, unas protestas del G-7 por allá. Total que brindis al sol y los ucranios, en referéndum, dicen, por un aplastante 96% de los votos, que quieren pertenecer a Rusia. Ya estamos, como quien dice, finalizando la fase de apertura de este ajedrez político. Vienen después algunos sacrificios con gran alharaca por parte de Kiev, y Moscú saca sus torres, para demostrar que cuenta con las piezas mayores intactas y en disposición de juego. Nuevas soflamas del entorno centroeuropeo y Rusia, imperturbable, consolida su ventaja. En esta tensa espera el FMI empieza a filtrar la precaria situación económica de Ucrania, que necesita ayuda urgente para que su deuda pública no colapse. Y es entonces, o sea ahora, cuando Gazprom, por desacuerdos de Moscú/Kiev sobre el precio de la energía, decide cortar el grifo, literalmente, de los conductos de gas que abastecen a Ucrania. La deuda reclamada por Gazprom supera los 4.000 millones de euros, cifra que Kiev rechaza. Y más o menos esa es la situación visible de la partida, que a nadie se le escapa tiene mucho laboratorio tras cada jugada.

Tensión militar

La tensión arterial, yo la padezco, es ese enemigo invisible que, una vez detectado, debes apaciguar con algún comedimiento en las comidas, abandono del café, más las pastillitas diuréticas de rigor. Digamos, para abreviar, que la tensión arterial es una enfermedad por entregas: entregas de recetas, entregas de diagramas, en fin, algo así como aquellos novelones que en el siglo XIX publicaban los periódicos y de los cuales, Los Misterios de París, de Eugene Sue, quien fuera justamente olvidado precursor del folletín televisivo en horario fijo, salvo contraprogramación interesada. La tensión militar es otra cosa, aunque también, a nivel informativo, puede discurrir por entregas con sus correspondientes altibajos argumentales. Sigue leyendo