Aquel Octubre

Joseph Vissarionovich Stalin 1878 – 1953 por Silvestre Domínguez

Una de las permanentes ilusiones del ser humano es que el mañana, superados esos pequeños obstáculos que dificultan el cotidiano presente, harán del amor y la fraternidad las señas globales de identidad. O sea, lo mismo que se ha dicho siempre, pero con ligeros y obligados retoques cosméticos impuestos por el devenir del tiempo. La última intentona de transformación universal, tal vez deba adjudicarse a la efectuada por un puñado de convencidos revolucionarios, en otro Octubre del siglo pasado, concretamente en 1917, en esa misma Rusia que hoy, en otro contexto y con diferentes objetivos, sigue batallando contra quienes todo indicaba que eran hermanos . ¿Y entre tanto que ha pasado?. Sin duda el tiempo, ese gran escultor, según título de un hermoso libro de Marguerite Yourcenar. A todos nos esculpe por mucho que nos pese. Y al tratarse de una especie entera, tan peculiar en lo accesorio como la nuestra, (en el resto nacemos, crecemos nos reproducimos y fallecemos) digamos que en ese continuo intento de pulimentar el destino a voluntad, parecen surgir asperezas y rasgos imprevisibles, cual es la imparable y repetitiva tendencia al suicidio por procedimientos bélicos, dirigida contra ella misma. Más de un siglo llevamos arrastrados de contienda en contienda desde que un tal Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, creyera haber encontrado el camino de la superación de fronteras entre ciudadanos, mediante el recurso a la revolución del proletariado. El no pudo verlo y sus sucesores tampoco. Este octubre presenta perfiles bélicos muy diferentes, entre otros el aumento de la capacidad técnica para el auto exterminio. Cuando entonces, hasta las comunicaciones llevaban la marca bucólica de un interminable recorrido de trenes, bien al exilio, la liberación o a la muerte, como le acaeciera al zar Nicolás II y a su familia, ordenada al parecer por Vladimir Ilich, a quien su sucesor, el autodenominado Stalin, convirtió, nunca sabremos si como premio o castigo, en un momia yacente, como si estuviera impertérrita a la espera de ese cambio en el aciago destino de la humanidad, previsto, tal vez, para otro indefinido Octubre. Hoy cruzamos el de 2022, y los vientos no parecen soplar en tal dirección. Queda por ver si conoceremos otro. En el recuerdo quedan momentos musicales tan entrañables , como Tiempo de otoño (1969 ), intimista balada de Joan Manuel Serrat. Sin ser mucho, puede ser suficiente. Pincha aquí

El futuro siempre llega

Morir-es-facil

De revoluciones sé poco y todo ello procedente de, según opiniones varias, inapropiadas lecturas. Del último hecho trascendental que conmovió el mundo y pudo cambiar las reglas sociales recuerdo, difusamente, que posiblemente la revolución rusa y el triunfo de los bolcheviques nunca se hubiera producido de no mediar el conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial, que situó en bandos contrarios a Rusia y Alemania. Cierto que Lenin, máximo exponente de la Revolución de Octubre de 1917, ya era tenaz y curtido opositor a la política zarista y por ello sufrió largo y penoso destierro en Siberia. Cierto, también, que cuando pudo abandonar Rusia, ya como tesorero del incipiente partido bolchevique, deambuló por Francia, participó en debates que le ayudaron a pulir sus teorías revolucionarias, más, tal vez se hubiera enmohecido en Ginebra de no ser porque el alto mando alemán, tras la abdicación del zar, facilitó su viaje en un tren blindado, que cruzando prácticamente toda Alemania, le depositó en Finlandia el mes de abril de 1917. El resto es conocido. Pero,  ¿habría seguido el mismo curso la Historia Rusa sin esta trascendental ayuda alemana a Lenin?. Podremos escribir una novela sobre ello, pero lo único sensato es constatar el hecho. Como también implica sensatez, aceptar el hecho constatable, de que el índice del paro en nuestro país,  pese a fervorosos e interesados clamores de repunte económico, se obstina en no bajar. Engañar al enfermo no le devuelve la salud, por más que se vistan de piadosas las mentiras. Tampoco creo que devuelva credibilidad a unos partidos políticos, enfangados en luchas intestinas o corroídos por la sospecha de corrupción, adjudicar a los recién llegados, cual se está haciendo con Podemos, conductas que en ellos ya son habituales. Puede que tan pueril estrategia consiga atenuar su sangría de deserciones o incluso paralizar el crecimiento del adversario. Pero si no se actúa sobre la raíz primera, el paro y sus secuelas, la desbandada de adhesiones que deje una nueva alternativa política, ya nunca, salvo revolución interna del modelo en retroceso, volverá a la formación de la que se fueron. El futuro, aunque de la impresión de estático, siempre llega.