Acordes y desacuerdos

Caricatura del escritor Manuel Vicent

Manuel Vicent

En toda decisión precipitada es fácil confundir la parte por el todo. Hasta en el libro más deleznable seguro que hay un párrafo excelso. El problema es cuando nos quedamos con la parte y la asumimos como si se tratara del todo. Un equipo de fútbol son sus siglas, el conjunto de sus jugadores, incluido el entrenador y, como no podía ser menos, sus individualidades. ¿Hubiera conseguido el Real Madrid sus primeras cinco copas europeas sin la decisiva presencia de Alfredo Di Stéfano?. Imposible saberlo. Como tampoco sabremos si en las mayorías absolutas del PSOE de los años de la Transición, cual fue la verdadera influencia del denominado clan de la tortilla andaluz, con presencia de Felipe González y Alfonso Guerra, actuó como factor determinante en alcanzar el éxito. Reinterpretar la historia no es lo mismo que escribirla mientras se hace. En el actual revoltigrama de siglas y proyectos que conforman el panorama político nacional resulta dificil distinguir entre ideas y creencias, como bien nos enseñara don José Ortega y Gasset. Las creencias por esencia son de carácter inmutable, se vive en ellas, mientras que las ideas obedecen a estrategias concretas puestas en practica para afrontar nuevos o viejos retos. Armas para sobrevivir. El anterior introito, como el detonador argumental en la novela, El juego de Ripley, de Patricia Highsmith, es producto de la reflexión a un comentario de Pablo Echenique, número dos en la estructura de Podemos, ante la decisión de Iñigo Errejón de concurrir a las elecciones de la Comunidad de Madrid bajo las mismas siglas que Manuela Carmena al Ayuntamiento de la Capital, y alguien le pregunta qué postura tomaría él de encontrarse en la situación de Errejón: «Yo dimitiría, pero de algo tiene que vivir hasta mayo». Brutal respuesta, en su aparente simplicidad. ¿Creencias o ideas?. ¿Acordes o desacuerdos?. Desde mi personal perspectiva, en este como en otros movimientos políticos emergentes, nos encontramos en la encrucijada descrita por Bertolt Bretch, resultado del conflicto provocado por lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer. Sin olvidar el hechizo destructivo del Poder. Por suerte nos queda la música, para no morir de la verdad, esa que pinchando aquí te lleva al Paint it Black de los Rolling Stone.

Consejos y recetas

crecepelo

Dar consejos y recetas cuando el enfermo es otro, además de no aportar ninguna utilidad  para el paciente, en caso de equivocarse, lo corriente, sirve como experiencia al aconsejador, que siempre puede cambiar de receta, cuando se vea en momento u ocasión, de regalar otro consejo. He llegado a esta mostrenca conclusión, seguramente errónea, después leer en el periódico digital PÚBLICO, el diagnóstico que Ignacio Sotelo hace de la actual situación política española y la irrupción de Podemos como partido sorpresa en la misma. Según don Ignacio Sotelo, eminente politólogo y en la actualidad profesor de Ciencia Política de la Universidad Libre de Berlín, la  inmediata consecuencia de la muerte del capitalismo industrial y su reencarnación en capitalismo financiero, (recordad que el capitalismo es como la energía, ni nace ni muere, simplemente se transforma) tiene como consecuencia directa la erradicación de las clases sociales. De esta división social en pequeños fragmentos es donde, siempre según la inefable experiencia teórica del profesor Sotelo, se genera el germen del cual surge Podemos. Y al surgir de tan confuso y desorganizado magma, pues que Podemos no puede aportar otra medicina política que, una frustrada alternativa revolucionaria y más represión. También nos dice, desde su privilegiado puesto de observador en Berlín, que en España se perciben síntomas de una ligera recuperación económica, la cual, de momento y no se sabe hasta cuando, únicamente tendrá directas consecuencias en el plano macroeconómico. O sea que, como en la fenecida era industrial, también en el capitalismo financiero, a los de siempre y alguno más que quiera sumarse, que nos sigan dando por donde amargan los pepinos. Para el paro, era de esperar, el profesor Sotelo no ve solución a corto plazo, a largo sí, porque ya se encargará de ello la parca o un meteorito gigante, que ya sabemos lo que pasó con los dinosaurios. Lo dicho, que la rebaja fiscal del Gobierno será un alivio para los más ricos. ¡Aplíquense la receta!

Juego de Tronos

La elección de Secretario General en el PSOE lleva camino de convertirse en una versión arrabalera de la exitosa serie televisiva Juego de Tronos. Todos dicen no querer hacerse con la llave se los Siete Reinos, más alguna pedanía no contabilizada por el catastro, y a nada que estornudan se encuentran con una lanza que les ha partido el pecho. Mi personaje preferido, en la interminable lista de consumados traidores, es Tyron Lannister, de los Lannister de toda la vida talla infantil. Tiene la lucidez suficiente como para reconocer que sus enemigos no se encuentran en la Casa de los Stark, como con tesón le enseñaron desde la infancia, sino en su propio entorno, desde el padre frío, sanguinario y pragmático, a la incestuosa e histeria hermana Cersei Lannister. Pues en la saga actual del centenario Partido Socialista Obrero Español, descubrir entre opositor y aliado tampoco parece ser empresa fácil. Tan pronto observas un distanciamiento glacial entre Rubalcaba y Tomás Gómez, como que los sorprender en un cálido y efusivo Abrazo de Vergara preelectoral. La inesperada irrupción en el terreno de juego electoral de Podemos, con un Pablo Iglesias que podríamos equiparar a Daenerys Targaryen, con sus votos de fuego, como los dragones de la princesa y que al igual que ella, no parecía destinado, excepto por el nombre y apellido, ha ocupar ningún Trono de Hierro, pues que ha alborotado lo que parecía un pacífico y fructífero gallinero. Vaticinar que pueda ocurrir entre tantas familias de un bando y de otro, con su inacabable lista de opositores que dicen no querer opositar, requeriría la sabiduría de ficción de el Mago Merlin. Dada su inexistencia, deberemos conformarnos con los pronósticos de los tertulianos, que saben lo mismo que nosotros, o sea nada, pero parecen poseer la piedra filosofal de cualquier situación y su contraria. Pero mientras unos y otros se desgañitan por llevarse el jamón de la cucaña nacional (poca chicha para tanto lobo), el verdadero drama se perfila en los confines del Muro de hielo Europeo. Allí es donde verdaderamente se encuentra la solución o tragedia del Juego de Tronos democrático.

Enanos

Se quejaba el empresario de un circo, acodado en la barra de un bar de una indeterminada ciudad carpetovetónica, de que el negocio le iba mal porque sus enanos le crecían. Un paisano del lugar, que le escuchaba atentamente se le acercó y le dijo: “perdone que le contradiga señor, no es que sus enanos crezcan, es que por estas tierras de crisis permanente y mala alimentación, la estatura media ha disminuido mucho”. Y así parece.  La talla nacional, como el salario mínimo interprofesional, ultracongelado en 645 €, que parecía iba a homologarse con la de los pivots de la Europa nórdica o suiza,  y todos los indicios apuntan que vuelve donde solía, al landismo pícaro de pan para hoy y hambre para todo el mes, más zapatilla de esparto, emigración obligada y camiseta corta de los años sesenta. Y el enanismo de que hablo aquí, para nada pretende aludir a los seres entrañables de estatura reducida, a la que yo mismo pertenezco dependiendo la media elegida. Me refiero a ese otro tipo de cuarto menguante social que, desde la nada, como dijera Groucho Marx, nos está conduciendo de modo inexorable a la más profunda de las miserias. Bien es cierto que para los amantes del fútbol les queda el consuelo de La Roja, que no los rojos, personificados en Pablo Iglesias, hasta anteayer considerado un parias y hoy convertido en icono de futuros huracanes sociales por el sencillo hecho de que un millón y pico de ciudadanos, cabreados de tanta prosperidad menguante, le han elegido como uno de los suyos, por ver si alguien ajeno a los clubes políticos de siempre, se atreve a romper con inercias inmovilistas de corruptelas y pesebres. El margen de maniobra con que cuenta es escaso y la oposición ingente. Pero es el voto del pueblo el que ha hablado, igual que lo hiciera en un pasado no tan lejano, cuando unos chicos con pantalones de pana, barba de poetas y un libro del otro Marx en el sobaco, enardecieron las masas al grito de cambio y libertad. Ahora los chicos son otros y la necesidad de cambio, aunque diferentes, para ellos son las mismas, pues el pasado en que nacieron les ofrecía y prometía más esperanzas que los pronósticos auguran sobre el futuro. Es por eso que, ante una prosperidad menguante, es requisito imprescindible una juventud pujante.