Fanfarrias

Noches de Bohemia por Silvestre Domínguez

Más que en tiempos de postverdad, bulos y cibernética aplicada, que también, vivimos confusos y alocados tiempos de fanfarria, que, como es sabido, se aplica para calificar a todo aquel que pomposamente presume estar en posesión de principios y valores en grado excelso, todo ello dicho sin el menor pudor o modestia y adobado por estridente sonido de  clarines, clarinetes, trombas, trombones y trompetas, cual si fuera permanente día de la fiesta nacional. Vamos, lo ideal para una conversación mesurada y reflexiva, si entre perorata y perorata no te da un subidón la presión arterial y directamente sales de escena por un imparable golpe de infarto. El simple hecho de que los dos futuribles contendientes a ocupar el dorado trono del Imperio americano, en vez de disfrutar de una sosegada, merecida y evidente senectud, tras presunto y ajetreado currículo político empresarial, se ofrezcan como máximo emblema para reconducir los dramáticos problemas de este superpoblado mundo, es un rasgo de  fanfarria suficiente para dejar una nota a familiares, acreedores y amigos y echarse directamente al monte sin rumbo previamente decidido. Otra cosa será si cuando arribes, en lugar de un umbrío y agreste paisaje donde perderte en sus verdes y silenciosas penumbras, encuentras grúas, hormigoneras y un batallón de esforzados albañiles levantando una nueva urbanización. Incluso si tuvieras la osadía de una trasnochada travesura a lo Marco Polo, y poner rumbo a una macro ciudad China, es posible que allí donde se alzaban infinitos rascacielos, encuentres que se los ha tragado un inmenso socavón producido por los descendientes del Emperador Amarillo, saltando prácticamente desde la nada, a una desmesurada opulencia, la misma que el sutil y premonitorio ingenio humorístico de Groucho Marx, totalmente refractario a todo tipo de fanfarrias, comparaba con el hecho de salir de la nada para llegar, después de un largo y arduo camino, a lo peor y en las peores condiciones. Maximiliano Domínguez, progenitor de quien suscribe, lector de los clásicos castellanos y escéptico sin concesiones, simplemente hubiera dicho,: «para este viaje no se precisaban alforjas ». Ni, visto lo visto,  para casi ninguno. Bueno, como diría Nietzsche, nos queda el arte, del que la música es una de sus expresiones cumbre. Por hacerlo coincidente con el diseño que he realizado para esta nota, Noches de Bohemia (1999) de Navajita Platea, es una ideal forma de evasión, al menos para mí. Pincha aquí  

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