Enanos

Se quejaba el empresario de un circo, acodado en la barra de un bar de una indeterminada ciudad carpetovetónica, de que el negocio le iba mal porque sus enanos le crecían. Un paisano del lugar, que le escuchaba atentamente se le acercó y le dijo: “perdone que le contradiga señor, no es que sus enanos crezcan, es que por estas tierras de crisis permanente y mala alimentación, la estatura media ha disminuido mucho”. Y así parece.  La talla nacional, como el salario mínimo interprofesional, ultracongelado en 645 €, que parecía iba a homologarse con la de los pivots de la Europa nórdica o suiza,  y todos los indicios apuntan que vuelve donde solía, al landismo pícaro de pan para hoy y hambre para todo el mes, más zapatilla de esparto, emigración obligada y camiseta corta de los años sesenta. Y el enanismo de que hablo aquí, para nada pretende aludir a los seres entrañables de estatura reducida, a la que yo mismo pertenezco dependiendo la media elegida. Me refiero a ese otro tipo de cuarto menguante social que, desde la nada, como dijera Groucho Marx, nos está conduciendo de modo inexorable a la más profunda de las miserias. Bien es cierto que para los amantes del fútbol les queda el consuelo de La Roja, que no los rojos, personificados en Pablo Iglesias, hasta anteayer considerado un parias y hoy convertido en icono de futuros huracanes sociales por el sencillo hecho de que un millón y pico de ciudadanos, cabreados de tanta prosperidad menguante, le han elegido como uno de los suyos, por ver si alguien ajeno a los clubes políticos de siempre, se atreve a romper con inercias inmovilistas de corruptelas y pesebres. El margen de maniobra con que cuenta es escaso y la oposición ingente. Pero es el voto del pueblo el que ha hablado, igual que lo hiciera en un pasado no tan lejano, cuando unos chicos con pantalones de pana, barba de poetas y un libro del otro Marx en el sobaco, enardecieron las masas al grito de cambio y libertad. Ahora los chicos son otros y la necesidad de cambio, aunque diferentes, para ellos son las mismas, pues el pasado en que nacieron les ofrecía y prometía más esperanzas que los pronósticos auguran sobre el futuro. Es por eso que, ante una prosperidad menguante, es requisito imprescindible una juventud pujante. 

Un pensamiento en “Enanos

  1. Yo voté Podemos. Más que por ser «diferentes» o no ser de la «casta», por, a mi juicio, hablar desde el sentido común, que como decía aquel, suele ser el menos común de los sentidos. Tuve el gusto de conocer a Pablo Iglesias cuando aún no era tertuliano televisivo y ya apuntaba como una mente absolutamente brillante. No sé si voté con ilusión, como lee el eslogan de podemos, pero creo que sí voté con el sentido común. Veremos si aciertan (y si les dejan).

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