Al Alba

Felipe Acebes Cacho

Por alguna extraña disfuncionalidad neurológica, el ser humano, absoluto conocedor de su caducidad, suele aparentemente ignorarla durante su breve estancia en Mundo. De no ser así, serían impensable esos: ¡te amaré toda la vida!, ¡dentro de tres años no vemos!; en fin, el abusivo uso de infinitas coletillas retóricas innecesarias para quienes hoy sí, mañana también, somos obligad@ receptores de malhadadas noticias. Justo la que este anodino 24 de septiembre de 2021 me llega a través de las redes sociales, el fallecimiento del entrañable compañero Felipe Acebes Cacho. En mis largos años tratando a seres humanos, si de alguno puedo decir que algo tan escaso como la imperturbabilidad era sello de su carácter, Felipe, sin duda, la exhibía en su conducta profesional. Aquello que para el común de los mortales, tal como un reajuste de plantilla, un obligado traslado a una nueva Unidad, cambios en la estructura jerárquica, suele conllevar pequeños reajustes en los quehaceres establecidos, al compañero Acebes le traía totalmente al pairo. Hay una misión que cumplir y se cumple, independientemente de movimientos insustanciales. De haber nacido en la Grecia clásica, no encuentro otra escuela filosófica donde encuadrarle más acorde a su personalidad que la estoica. Si llueve ya escampará. Lo cual no hay que confundir, sería un inmenso error, con aceptación pasiva y acrítica de los acontecimientos. Parecer y ser no son situaciones equivalentes. Y en esto, como en tantas otras cosas, Felipe Acebes demostraba una agudeza visual digna de un lince. Fiel a sus principios, nunca defraudó a quienes le conocimos y le quisimos, yo entre ellos. Finalizada nuestra trayectoria profesional, nunca nos dijimos adiós, era un trámite innecesario. Pienso que decírtelo ahora, seria como traicionar el recuerdo de ese cercano pasado, de largas jornadas compartidas, afectuosas y cálidas, sin barreras ni aristas, como si fuéramos eternos, sabiendo que no lo éramos. Sirva esta precipitada nota de homenaje a aquellos instantes lejanos fijados en un instante del tiempo. Un tiempo al que nada importa que las ausencias vayan y vayan creciendo. Porque sabido es que aquello que una vez fue, no puede dejar de serlo. Como ayer y como siempre, que la tierra te sea leve, Felipe Acebes Cacho, entrañable compañero. Y ahora, cual si una noche más esperáramos el primer rayo de luz que anunciaba el fin de otra jornada, escuchemos a José Merced, cantando la mítica canción de Luis Eduardo Aute, Al Alba (1998). Pincha aquí

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