No me molestes mosquito

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Cuando hasta el más optimista defensor de la vida animal es consciente de la permanente disminución de especies animales, muchas de ellas al borde de la extinción, sin que se haya demostrado, antes al contrario, que la mutua convivencia, respetando sus hábitat, fuera un problema para la humanidad, al final serán los mosquitos, esos vampiros microscópicos, el verdadero azote que puede poner en jaque la salud universal. Entre otras cosas, por ser eficacisimos vectores de propagación de epidemias y la dificultad en distinguir las especies que las transmiten. Cierto que para un insectólogo, en posesión de la lupa adecuada, no debe resultarle difícil diferenciar a un mosquito tigre, por ejemplo, de otro de la especie Aedes aegypti. Pero el común de los mortales, ni somos insectólogos, ni llevamos una lupa en el bolsillo, salvo los coleccionistas de sellos, de los cuales presumo que, después del tocomocho del Fórum Filatélico, son otra especie en vías de extinción. Todos tenemos un amigo aventurero cuyo mayor acervo cultural , tras una visita con guía, desayuno y cena incluido, a un país tropical, fué la picadura de un mosquito Aedes aegypti, que además de chafarle el viaje con vómitos, diarreas, fiebres y mareos, le dejó insensibilizado hasta para ver, sin sufrir calambres, una humilde puesta de sol desde el monte de su pueblo. Una cosa que no término de comprender, debo ser duro de mollera, es la pertinacia en enseñar a niños y mayores la inmensa variedad de dinosaurios que poblaron el planeta hace tropecientos millones de años. Ya sabemos que los había de todo tipo y tamaño. ¡Había!, haber si nos enteramos, pretérito imperfecto del verbo haber. O sea puro y muerto pasado. Sin embargo, nadie, al margen del problema menor de la lupa, se preocupa de hablarnos de los mosquitos, que tantas zozobras nos dan. Ya casi he perdido la cuenta de los lugares en que he veraneado, y hasta cuando veo las fotografías me es difícil recordarlo, pero nunca olvidaré las vacaciones en una preciosas playas del sur de España de las cuales, literalmente, tres familias indoctas, fuimos expulsadas por los mosquitos. Y el alojamiento pagado. 

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