A lo hecho, pecho

Un día de primavera por Silvestre Domínguez

No es necesario conocer el pasado para repetirlo. Es suficiente con que el azar y la necesidad, con permiso de Jacques Monod, ofrezcan la oportunidad para realizar viejos hábitos, quizás con la vana ilusión de creerlos nuevos. Como en todo hay excepciones, es decir sujetos dispuestos a decir no y pasar de largo, pero son tan escasos y excepcionales, que más que anular, confirman la regla. Muy humilde y anodina ha de ser una biografía, la de cualquiera, para que un asunto de corrupción no se tejiera en su entorno. Por el mío se hicieron tapices de nudos y, a pesar de frecuentes y repetidas balaceras dirigidas hacia mi persona, aquí sigo para contarlo. ¿El asunto?. Como quien dice, una sonsera. Algunos que confundieron lo general con lo privado y la inmensa dificultad, por unos pocos, intentando tratar de  que las aguas no desbordaran el cauce, a fin de evitar daños directos y colaterales. Pero las aguas se desbordaron. Un hecho similar a la muerte, hecho definitivo fácil de atribuir en figuras de tiempos lejanos, pero posibilidad difícil de concebir para quienes habitamos el fugitivo presente. Ya Oscar Wilde, a pesar de sus tormentosos últimos años de prisión y enfermedad, manifestó que arrepentirse de un acto era modificar el pasado. Como bien saben los historiadores, un suceso, por esencia, es inmodificable. Pero a cambio de esa pétrea inmutabilidad, cabe la posibilidad retórica de ser interpretado. O sea inventado. Al igual que esa verdad voluble referida en uno de los breves y profundos pensamientos de don Antonio Machado, concretamente el que dice: » Se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa «. Una regla del ajedrez de competición que suele dar excelentes resultados, establece que la mejor defensa se sustenta en el ataque. Como aficionado al noble juego, su puesta en práctica obedece a múltiples factores, entre los más destacados la posición de tus piezas, las del contrario y el reloj. Si eres débil en tiempo y posición, atacar equivale inevitablemente a perder. Simplificando lo ya dicho, y dejando al margen noticias que saturan medios y redes, si una causa no puede ser cauterizada en su mayor parte con el socorrido, ¡ a lo hecho, pecho!, es que algo se hizo mal y se explicó mucho peor, o lo más probable, ambas cosas. Ya en el espacio dedicado a la música, en tiempos de la llamada Movida Madrileña, el grupo Gabinete Caligari sacaba su primer álbum, cuyo título y una de las canciones incluidas era, Que Dios reparta suerte (1983). En eso estamos. Pincha aquí