Mandangas no, por favor

Un soñador en apuros por Silvestre Domínguez

Es una opción personal creer que la tierra es plana, que estamos colonizados por pérfidos marcianos y llegado el caso, asumir que el zumo de manzana tomado en ayunas sirve para curar la enfermedad más insidiosa, resistente e incurable, que si la tratamos aplicando métodos científicos. A título personal nada impide de mezclar cualquier tema, incluso con el adobo de un grueso toque de marrullería política, para posteriormente, tras ser bien agitado, hacer con ello un cóctel informativo como los que, destinado a los amantes de los licores más sofisticados, hicieran famoso al legendario club madrileño ubicado en la Gran Vía, Perico Chicote, donde personalidades con tanto glamour como Frank Sinatra, Ernest Hemingway e incluso el sublime Salvador Dalí, les encantaba visitar,  pero por favor, bien se trate de conocido o extraño, con tendencia a remitir desaforadamente refritos de mensajes sin contrastar, y por esos azares virtuales mi humilde persona figurara entre sus contactos de redes sociales, le quedaría enormemente agradecido si tuviera la delicadeza de no remitirme, en versión larga o extractada, el producto resultante de semejantes mandangas. La vida es corta y llegada cierta edad, estoy en ella, mi nivel de tolerancia para asumir majaderías, alcanzo el límite de su capacidad . Quiero dejar sentado que por mandanga entiendo, no solo los productos sociopolíticos sin otra base que el calentón ideológico irracional, también esos ponzoñosos millardos de similar factura, facturados en formato de truculentos vídeos publicados por aficionados Youtubers para adoctrinar al personal, no se sabe bien de qué ni para qué, a la par que se sacan unas perrillas para ir tirando. En contrapartida a esta, me temo que vana, petición personal de rechazo a las mandangas, acepto de buen grado la recepción de noticias sobre cultura en sus variadas formas, tales como la descripción de lo hermosas que son o fueron las fiestas de su terruño natal. Incluso alguna anécdota de cuando a determinado paisano confundieron con Gary Cooper y quisieron ficharle por una productora cinematográfica nacional, por ejemplo la valenciana Cifesa, que tantas horas de pipa y gloria diera en los cines de barrio a lo ancho y largo de la península ibérica. Sin ir más lejos, que parece fuera ayer,  los  juveniles y dorados años, personalmente disfrutados en mi añorada Plasencia, que además de ofrecer magníficas tapas a los visitantes de sus infinitos bares, contaba con un amplio abanico de cines para solaz de las horas de ocio, a los residentes y turistas, en las cuatro estaciones del año. Hay mucho y variado para informar y entretener, pero mandangas no, por favor. Quien, ya en el espacio etéreo de la música también decía no, pero con rítmicas intenciones sentimentales, fue Gerard Joling, en esa maravillosa compaginación de voz e instrumentos lograda en No more bolero’s ( 1989 ). Pincha aquí 

Etílicas reputaciones

Caricatura de Charles Bukowski

Charles Bukowski  1920 – 1994

Tal como dijera el supuesto sabio, si en el reconocimiento de los propios límites se encuentra la grandeza de un espíritu, estaremos de acuerdo que cuando Ninon de Lenclos exclamó ante su amante del momento, Antoine de La Sabliére, «Creo que te amaré durante tres meses. ¡Para mí, eso es el infinito!”, estaba reconociéndo, además de la inevitable caducidad de toda pasión, como si de un yogur se tratara, los límites personales que el sentido común debe imponer a toda ambición terrenal. De las otras, las celestiales, me abstengo, por desconocimiento de causa. Quiere esto decir que toda reputación es dudosa y que, como en la introducción de la impagable novela, El Caballero y la Muerte, de Leonardo Sciascia, hay muchas maneras de llegar a la verdad y el borgoña, o cualquier otro vino de la tierra, no debe ser excluido de ellas. Me confieso abstemio a mi pesar, aunque con grandes libadores entre mis ancestros, lo cual no me inhabilita para seguir y admirar la obra de grandes beodos, desde Charles Bukowski, protagonista de la caricatura, a Ernest Hemingway, errabundo dipsómano que hiciera de La Habana un lugar de refugio. Contrariamente a tanto hipócrita lector y creador, como ya advirtiera Baudelaire, sus dudosas reputaciones, si bien les precedieron, nunca renegaron de ellas. Tal vez de este selecto grupo de adictos creadores proceda la provocadora advertencia de Groucho Marx, en la que afirmaba que nunca sería parte de un club donde hubiera un socio como el. De cualquier modo es preferible el trato con aquell@s de reputación dudosa y conocida, que jugarse el tipo con quienes mantienen ocultas y sepultadas macabras e inconfesables obsesiones. Como acertadamente nos advirtiera Cioran, detrás de una ardiente fe siempre hay un apóstol intransigente. Del Marques de Sade hablaremos otro día.